top of page

Tus campos de energía II. La vergüenza y la culpa.

Cuenta Leonardo Boff que Franklin, uno de los fundadores de la patria estadounidense, se encontraba en un café, cuando entro un abogado, llamado George Danton, muy afectado. Gritaba para que le oyese todo el mundo, diciendo: «El mundo no es más que injusticia y miseria. ¿Dónde están las sanciones?» Y dirigiéndose a Franklin le preguntó provocativamente: «Señor Franklin, ¿por detrás de la Declaración de Independencia norteamericana, no hay justicia, ni una fuerza militar que imponga respeto? Franklin serenamente contestó: «Se equivoca, señor Dantón, detrás de la Declaración hay un inestimable y perenne poder: el poder de la vergüenza. Es difícil definir la vergüenza. Mas que nada, porque es un sentimiento donde nadie quiere quedarse. Encuentro que hay sentimientos como la tristeza, la culpa en las que somos mas permisivos. Digamos que nos fastidian, pero podemos tenerlos. Sin embargo uno ha de pasar por la vergüenza de puntillas, sin hacer ruido, y además, es un sentimiento muy penalizado por la persona que lo padece. Definiremos por tanto, la vergüenza, como un sentimiento de no derecho, de no ser digno de pertenecer a un grupo. La vergüenza tiene una serie de correlatos físicos, como el enrojecimiento, o la imposibilidad de sostener la mirada, sensación de calor en el rostro, aceleración del pulso, sensación de vacío en el estomago y en el vientre. La manifestación conductual, es la busca de huida y ocultación, y por ultimo, a nivel cognitivo existen una serie de pensamientos irracionales que denigran a la persona, y la categorizan como inferior a lo que le rodea. Ejemplos de estos pensamientos, pueden ser, no sentirse, merecedor de…, sentirse, malo, despreciable…

La culpa es un sentimiento, que suele confundirse con la vergüenza. La culpa se establece cuando la persona ha roto algún tipo de código que rige a un sistema social. Dicho código puede hallarse de forma implícita o explicita. Yonteff habla que si “la sanción por la culpa es el castigo, la sanción por la vergüenza es el destierro, o el aislamiento”. Para Ronald y Patricia Potter-Efron, a diferencia, de la vergüenza, que esta en el ser, la culpa esta en el hacer. Ambas pueden aparecer juntas, formando un circulo vicioso. Por ejemplo a la hora de independizarse de sus familias, las personas sienten culpa, por la ruptura, y a la vez pueden vergüenza, si están fracasando en su proyecto de independencia.

En nuestro viaje personal, a menudo nos encontraremos con ambos sentimientos. Es fundamental no huir de ellos, ya que dicha huida impide quedarse en la experimentación, y en la Asunción de responsabilidad. La vergüenza y la culpa son estados que lo mismo puede servir para crecer, que para bloquearnos. Las dos nos dan una salida. Es posible que la de la culpa sea el asumir la responsabilidad sin mortificarse, y la de la vergüenza sea la de asimilar lo que soy, aceptando mi diferencia. Las personas viven muy apegadas al sentimiento de indignidad, desarrollan una ceguera importante, a percibir el mundo externo. Es como si mirasen a los demás, y no les viesen. Les transforman en espejos, donde se reflejan constantemente sus supuestas torpezas. Han transformado al publico en critica. Me llama poderosamente la atención el hecho de la evitación de la mirada. El vergonzoso, no ve, por lo que continuamente esta a merced de sus fantasías. Es como la búsqueda obsesiva del hipocondríaco por saber que esta mal en su cuerpo. La persona tímida busca constantemente pruebas de que no tiene derecho a estar en tal o cual sitio, o que es merecedor de la critica ajena. Otra característica importante es la creación por parte del individuo de un yo ideal inalcanzable, rebosante de perfeccionismo. Dicho yo les impide continuamente estar en lo que se es, y se busca constantemente un debería ser… De esta forma, con ambos mecanismo se establece una realidad deformada, que no puede ser comprobada. Además la evitación a la exposición al sentimiento de vergüenza, lleva a que nunca exista espacio suficiente para que pueda ser cuestionada. Señalar también que para el vergonzoso, la idea de inadecuación es global, apenas puede señalar que es lo que hay de malo, de forma concreta, dentro de el. Lo reemplaza, por un sentimiento vago, de que algo es malo en el. Es como la famosa idea del pecado original. Algo anda mal en el desde que nació.

Para los Calvinistas, Dios, sabia de antemano quienes iban a ser o no salvados. Digamos que las personas con este sentimiento, no fueron precisamente de los elegidos por Dios, desde el momento del nacimiento. También la idea del pecado original es interesante desde este prisma. El hombre ha hecho algo malo desde su antes de nacer. Así que hay algo malo en ellos, defectuoso, que jamás ha sido cuestionado, como si así hubiese sido desde el principio de los tiempos. En nuestro trabajo con personas que padecen fobia social, nos hemos dado cuenta de la importancia que tiene entender bien este sentimiento para avanzar en el proceso. Nos damos cuenta de lo importante que es trabajar desde el vinculo terapeuta-paciente, y grupo-individuo. Muy a menudo, y sin darnos cuenta, los terapeutas no dejamos al paciente estar con su vergüenza. La ignoramos, la camuflamos, no damos el permiso para sentirla. Y eso provoca aun mayor castigo. Ya que se sienten mal porque no deberían ser padecedores de ella. Y aquí radica el inicio de una terapia. Aprender a identificarla, y aprender a estar con lo que se siente. Otro aspecto muy importante, es poder observarla ¿Hay algo que me lleve aquí y ahora a sentir vergüenza?, ¿o estamos hablando de algo que sucedió allá y entonces?. Me refiero a mandatos y creencias, que llevan en nosotros mucho tiempo, y que no hemos hecho nuestros. Como una comida sin digerir. Quizás entonces nos dijeron que habíamos de comportarnos como buenos chicos, que no había que hacer ruido, que no había que preguntar acerca de determinados temas…, y quizás ahora seguimos creyendo eso. A menudo sentimos la vergüenza desde el niño pequeño, sin darnos cuenta de que ya crecimos.

Ya lo decía Neruda: “nosotros, los de entonces, ya no somos los mismos”. El fin de la terapia, no es eliminar la vergüenza, o la culpa, ya que ambas son necesarias para considerarnos personas completas. La ausencia de culpa, lleva a olvidarnos que en nuestro camino, podemos dañar a otros. Y no es cuestión de fustigarse, donde hablaríamos de culpa neurótica, sino de poder asumir la responsabilidad de mis errores. Porque no puedo llamarme ser humano si no he errado. Aristóteles decía que la vergüenza era la semilla del principio ético. Es necesaria para construir nuestra noción de dignidad. Considero que el ser humano es digno desde el momento del nacimiento, pero darte cuenta de tu dignidad es una cosa muy diferente, y todo un camino por descubrir. La vergüenza, y la culpa bien entendidas, me ayudan a aprender, a crecer con los otros. Fuente: amadag.com Artículo de Rubén Casado.

Posts destacados
Archivo
Buscador de
etiquetas.
No hay tags aún.
Posts recientes
Sígueme
  • Facebook Basic Square
bottom of page